No cabe duda que una taza de café llama a la creatividad, la inspiración, e invita a que las ideas fluyan de una forma más animosa y fructífera. Pero cuando no hay café, la alternativa resulta ser el agua de panela.
Cualquiera de estas 2 opciones acompañadas de un libro, se convirtieron en la mejor compañía para un grupo de habitantes del barrio Potosí, quienes, sin importar la hora, adelantaban tertulias literarias, en las que sus participantes leían en voz alta y realizaban interacciones sobre lo que percibían con la lectura.
Estas reuniones informales que con cierta regularidad se convocaban en un predio donde por muchos años se vendió Cocinol (un combustible o gasolina que por su bajo octanaje generaba alto grado de explosividad y adquirido para la utilización de estufas para coser alimentos), dio paso a la creación de la Casa Cultural Potosí y en su interior a la biblioteca que hoy beneficia a niños, niñas, jóvenes y personas mayores de este sector de Ciudad Bolívar.
Sin ningún nombre la biblioteca operó por varios años dentro de un espacio de la Casa Cultural, un lugar donde innumerables habitantes se han beneficiado con el paso de los años, de la música, el teatro, la danza y toda clase de encuentros, como el de un grupo de mujeres que se reúnen a ‘Tejer la palabra’, es decir reciben clases de tejido con lana, crochet, macramé, y mientras tejen, dialogan sobre diferentes temas.
A los talleres de bordado se suman los de poesía y mediante la modalidad de educación por ciclos, vecinos del sector adelantaron su bachillerato y próximamente la Casa Cultural contará con sala de internet comunitaria.
De igual forma, personas mayores entre 60 y 70 años disfrutan de la huerta comunitaria gracias a su conocimiento sobre el agro, que les permite labrar, abonar la tierra, sembrar y hacer compostaje como parte de la agricultura urbana.
Biblioteca Carlos Alberto Pedraza Salcedo
En enero de 2015 se conoció la nefasta noticia sobre el asesinato de Carlos Alberto Pedraza Salcedo, licenciado de Universidad Pedagógica Nacional, líder cívico-popular del magisterio e integrante del proyecto Nunca Más, del Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado, entre otros, por lo que la comunidad decidió hacerle un homenaje y bautizar a la biblioteca con el nombre del dirigente.
Hoy 2 jóvenes amantes de la docencia, él, reconocido por su frondosa cabellera y su compañera estudiante del SENA, son identificados por la comunidad como los administradores y bibliotecarios.
Destacado por su pelo chuto, Ramy Leonardo Calvo Tafur de tan solo 19 años, con cinco semestres de Licenciatura en Educación Artística de la Universidad Distrital, bogotano y con raíces afros, vive con sus padres y sus 2 perros schnauzer en el sector Los Grupos, de Arborizadora Alta, desde donde camina un kilómetro para llegar al barrio Potosí, a atender su amado tesoro: la biblioteca.
Ella, Tania Katerine González González, una apasionada por la lectura, estudiante de un tecnólogo en coordinación de escuelas musicales del SENA, se convirtió en otro de los bastiones para sacar adelante esta iniciativa, a la que se han sumado cerca de veinte integrantes de la Casa Cultural.
Todo inició gracias a una donación de tablas de madera para cama, con las que comenzaron a armar un estante de pared a pared, donde reposaron los primeros libros entre los que se destacan enciclopedias donadas por la comunidad y otros grupos culturales, los Larousse, historias del tiempo y literatura como Cien Años de Soledad, La Ciudad y los Perros, Pantaleón y las visitadoras y La Divina Comedia. Hoy ya son cerca de 180 a 200 libros los que conforman el atractivo sitio de estudio y lectura.
“La idea nace con el fin de acercar a los jóvenes para que tengan un espacio donde puedan hacer sus trabajos, una promoción de lectura y donde haya un ejercicio de creación literaria que en estos sectores es paupérrimo. Es de anotar que, con la lectoescritura, los índices de analfabetismo han bajado y los niños y las niñas logran un refuerzo escolar, gracias al apoyo que le brindamos a quienes tienen problemas a la hora de hacer sus trabajos o tareas. Y los menores entre los 9 y los 12 años que asisten, no solo se les leen los cuentos, sino que tienen la oportunidad de jugar, molestar, gritar, cantar y saltar, ya que es un espacio de libertad que de pronto no lo tienen en casa ni en sus aulas de clase” destacó Army Leonardo.
Como consecuencia de la pandemia por el Covid 19, los distintos procesos se vieron afectados y quedó al descubierto otro grave problema como es la falta de conectividad y de equipos de cómputo, en la mayoría de los hogares. Esto llevó a buscar donaciones, lo que ha permitido la creación de una sala de sistemas donde los niños y niñas entran y reciben clases en un horario estipulado.
“Contamos con varios computadores que funcionan a pesar que algunos tienen sistemas operativos viejos y otros ya no funcionan, pero nuestro gran sueño es tener en la biblioteca una sala de cómputo y un espacio más óptimo para la lectura. Que haya libros con contenidos de calidad y que se lleven al viento procesos a gran escala con escritores, mediadores y literatos entre otros”.
A pesar de la pandemia, la normalidad vuelve y el servicio se restablece con la presencialidad y el préstamo de libros como nueva modalidad, bajo un solo requisito: el voto de fe o de confianza. “Prestamos los textos solicitados y tan solo anotamos el nombre del libro y fecha de salida y esperamos que cuando lo terminen de leer sea devuelto. Para nosotros lo más importante es el voto de fe que le brindamos a nuestra comunidad” destacó el coordinador.
Finalmente, Army Leonardo Calvo Tafur, resaltó el apoyo de la comunidad para sacar adelante la biblioteca y el buen camino por el que va la Red de Bibliotecas Comunitarias Populares, Itinerantes y Rurales de Ciudad Bolívar, proceso que calificó como fantástico y espectacular, por el fortalecimiento a los procesos y visibilización de las bibliotecas, lo que los ha llevado a consolidarse y a unir fuerzas para lograr mejores frutos y un mejor camino.